Ayer estuve varias horas por el bajo porteño.
Unas horas después que la Justicia haya determinado el embargo en el domicilio de un relator, acaso uno de los relatores más importantes del relato oficial.
Unas horas después que la Justicia haya determinado el embargo en el domicilio de un relator, acaso uno de los relatores más importantes del relato oficial.
Ayer, unas horas después de que, a su vez, se
haya desplazado a un juez que investigaba la causa que compromete a la familia
presidencial.
Ayer, seis meses después del asesinato de un fiscal
que osó denunciar un pacto de encubrimiento entre el gobierno e Irán con los autores
de la masacre de la AMIA
Ayer, el día en que se cumplía el aniversario de esa
masacre, a esta altura, una efeméride más en la nutrida historia de la
impunidad nacional.
Sigue asombrándome la capacidad que tiene el
kirchnerismo de generar eventos comunicacionales simultáneos a los hechos más
aberrantes de la política, con la frescura y la contundencia del primer día.
Pareciera moverse cada vez más lejos del esperado fin de ciclo.
No dudo que en el mismo momento en que se conocía el
embargo al domicilio de Víctor Hugo Morales, alguien pensó en hacer afiches de
respaldo a su figura. Alguien ordena el diseño, impresión y pegatina por las
calles céntricas. Y todo eso sucede en muy pocas horas.
Horas antes, justamente, del concierto programado de
Marta Argerich en el Centro Cultural Néstor Kirchner. Y la zona céntrica
aparece empapelada en respaldo a Víctor Hugo Morales, antes del concierto, es
decir, con quien además conduciría la transmisión del evento por la TV Pública.
No dudo que alguien pensó que de los móviles que tiene
el canal estatal, había que enviar a transmitir el concierto el que fuera
bautizado como Unidad móvil Néstor Kirchner de la TV Pública Digital. Se
trata de un camión de gran tamaño que no podía pasar inadvertido a quien pasara
cerca del Centro Cultural homónimo.
No dudo que alguien pensó las entrevistas para la
previa y los intervalos de la transmisión en vivo a voceros culturales del
gobierno.
No dudo que alguien pensó que esa transmisión debía ser
complementada con un documental emitido en
simultáneo por otro canal oficial- Canal
Encuentro- sobre cómo se construyó el
faraónico Centro Cultural Néstor Kirchner, con testimonios de obreros e
ingenieros orgullosos de la obra.
No dudo que para la ocasión, alguien pensó además,
promover un libro llamado “Bajo un cielo de estrellas peronistas - La historia
del peronismo contada con cuentos fantásticos” e ilustrada por el pintor de la
nostalgia mítica peronista, Daniel Santoro, con afiches que complementaban los
de Víctor Hugo Morales, también claramente esparcidos por la zona del bajo
porteño.
No dudo que la lista de invitados al concierto y sus
ubicaciones en las filas de la platea-funcionarios y farándula oficialista- fue
pensada por alguien en función de la transmisión, del valor de cada presencia
en relación a la cámara.
Es decir, el espacio público circundante al Centro Cultural fue parte de la puesta en escena.
Y el concierto, fue otra puesta en escena en múltiples
escalas.
Recapitulo los cotillones simultáneos:
Concierto en el Centro Cultural Néstor Kirchner
Invitados ubicados estrategicamente
Transmisión en vivo de un concierto
Transmisión simultánea de documental sobre la
construcción del CC Néstor Kirchner
Relator oficial
Afiches de respaldo al relator oficial
Afiches de libro de cuentos fantásticos peronistas
Unidad móvil Néstor Kirchner de la TV Pública Digital
Nada parece librado al azar. Nada parece casual.
Todo eso no es más que un evento con múltiples canales
comunicacionales, con diseño estratégico de maquinaria implacable, para unas
pocas horas. Con algunas cosas resueltas en tiempo récord. Y sin dejar al azar
ni el nombre del móvil.
Y repito, todo eso, en las mismas horas que se cumplen
veintiún años de una masacre - a esta altura un doloroso y colosal monumento a
la impunidad- mientras se cumplen seis
meses del asesinato de un fiscal que osó denunciar un pacto entre el gobierno y
los autores de tal masacre, y cuando unas horas antes fuera desplazado un juez-
otro más- por investigar una causa sensible que involucra a la familia
presidencial.
Nadie, en la oposición, aprendió a ir contra esa
maquinaria. Pareciera que, para nuestro mal, los únicos que entienden esa
maquinaria son quienes gobiernan hace doce años que, lejos del desgaste
esperado, tienen intacta la capacidad de reacción, de marcar agenda, de
desplazar jueces y fiscales, sin que haya posibilidad de oponerles ningún tipo
de límite.
No se trata meramente tener medios a disposición o
caja para dilapidar. Hay mucha gente pensando ideas y ejecutándolas ordenada y
eficazmente. Y una dosis extra de audacia.
Mañana será el diseño de una nueva puesta, otra
batería de artificios y cotillones comunicando por varios carriles a la vez y
pasado mañana será otro y después de pasado mañana, otro, mientras las
decisiones políticas son envueltas por diseños de comunicación.
Han aprendido a utilizar la indignación que generan
como distracción. La han vuelto improductiva y funcional. La indignación los
fortalece y debilita a los indignados.
Han dejado inermes a sus opositores que, lejos de
pensar alternativas que intenten marcar alguna vez la agenda siquiera
fugazmente, parecieran volverse cada vez más temerosos.
La modalidad de apropiar significados, de erigir
monumentos y conmemoraciones, de desplegar una permanente batería de cotillones
simultáneos, sigue desconcertando a quienes se indignan cada día.