sábado, 1 de octubre de 2016

El Olimpo vacío, el Olimpo de siempre


De un acto en el INCAA- Instituto Nacional de Cine y Artes audiovisuales- se promovieron un par de fotos. Quizá haya habido más, pero esa dos generaron cierto ruido, un Trending Topic en Twitter con comentarios masivamente negativos y una serie de explicaciones mediáticas posteriores.

El  director de ese organismo, el Ministro de Cultura y el Jefe de Gabinete anunciaron un plan de fomento para la industria cinematográfica posaban radiantes junto a tres destacado actores de  las últimas cuatro o cinco décadas del espectáculo nacional: Ana María Picchio, Víctor Laplace y Andrea del Boca.  No pude evitar cierto malestar. Y trataré de explicar de qué se compone ese malestar.

Durante los últimos doce años en Argentina vivimos un período político conocido cono el perverso nombre de "década ganada". Una de sus características de esos años fue la confrontación permanente, promovida desde el Estado para establecer cualquier medida política . Todo era  planteado como una opción binaria entre buenos y malos y se presionaba a los ciudadanos a que  tomen partido por una de esas dos opciones . Estar del lado del gobierno significaba estar del lado  de los buenos, del Bien.  No estarlo, era estar del lado de los malos. del Mal,

Estar del lado del Bien no era otra cosa que tomar sin cuestionamientos cada cosa que el gobierno proponía o instrumentaba, como un paquete cerrado. 
Las consecuencias de esa reducción patológica fue conocida como La Grieta. 

Durante todos esos años. una de las cosas que discutí con familiares, colegas y amigos que optaban por el lado del Bien y que empezaban a verme como agente del Mal Universal-  hasta la ruptura  de todo lazo afectivo en algunos casos-  era que el deber del ciudadano, en mi modesta concepción de la vida cívica, consiste en  votar por el candidato que crea que representa sus ideas, o que crea que mejorará tal  cual cosa de la vida de la sociedad, pero si ese candidato llega al poder no implica la compra de un paquete cerrado. Se puede estar de acuerdo en muchas cosas y no en algunas. Y que el juego de la pluralidad democrática consiste en poder manifestar el acuerdo en lo que se acuerda y marcar el desacuerdo con lo que no se acuerda.

Las redes sociales son el espacio en donde los ciudadanos que no solemos estar en los medios de comunicación jugamos el juego de discutir, de celebrar el acuerdo, y de expresar el desacuerdo.

Por ejemplo, esta semana subí un video de agradecimiento a las nuevas autoridades- que voté y que seguiría votando muy contento- por la vuelta del INDEC con estadísticas sensatas. Volvimos a tener una cifra de pobreza, que los bienechores anteriores habían falseado primero y luego dejado de emitir.

Esta misma semana subí otro video, que expresa mi malestar al ver esa foto del acto en el INCAA.
Malestar que consiste en lo siguiente: durante la "década ganada" esa división entre quienes tomaban partido a favor o en contra del gobierno contó, por parte del gobierno, con un sistema de representantes y voceros favorecidos desde el Estado con espacios mediáticos, cargos y subsidios. 
Las tres celebridades del espectáculo elegidas para la foto del acto del INCAA fueron justamente tres personas que declaradamente participaron de ese bloque espectral del Bien. Y de las tres, Andrea del Boca, haya sido quizá la que a más actos oficiales ha concurrido. La hemos visto en anuncios como el proyecto del Polo audiovisual de la Isla Demarchi, en actos de campaña, llorando en el programa de propaganda oficialista 678 cuando murió Néstor Kirchner.

En la foto del acto del INCAA hubiera preferido no volver  a ver a quién vi durante una década recordándome que yo formaba parte del Mal Universal siquiera de modo simbólico. 
O hubiera preferido, en todo caso, ver una multiplicidad de actores, entre los cuales Del Boca, Laplace ó Picchio sean parte de la pluralidad que viene a disolver la brutalidad binaria del Bien y el Mal.
Y en el mejor de los escenarios, al tratarse de un plan de fomento para la industria cnematográfica, hubiera preferido ver productores, directores y actores nuevos, una suerte de convocatoria al futuro, a lo no visto aún. .
Ó un anuncio neutro, sin connotaciones de politicidad, sin referentes refritados.

La trascendencia de esas fotos con esos tres actores genera algo confuso: la pluralidad sería demostrar a quienes no eran plurales que ahora somos plurales. Pero eso sugiere más pudor que pluralismo. Mas recaudo que apertura.

Otro disgusto que me genera  la figura de Andrea del Boca, es que en una extensísima carrera que abarca desde su infancia en los 70 a la fecha, formó parte de un fenómeno muy argentino que siempre me obsesionó y que traté de representar en el documental El Olimpo vacío, especificamente en el capítulo sobre Diego Maradona. Maradona es el ejemplo máximo de algo que es muy común en nuestra cultura política. 

Más allá de las virtudes artísticas o deportivas , los referentes populares del deporte y el espectáculo suelen cobrar politicidad. Pero una politicidad coyuntural y del todo trivial. Es decir, en ciertos momentos se vuelven voceros de un evento de Estado. La Guerra de Malvinas fue un muestrario colosal de ese vocerismo farandulesco. Muchas celebridades que apoyaron incondicionalmente el arrebato de un dictador, que contribuyeron a general el clima de patriotismo propicio para la guerra, se desentendieron en cuanto la guerra se perdió. 
Años más tarde oficiaron de voceros en campañas publicitarias del gobierno de Menem, 
Cuando el menemsmo pasó a ser la explicación de los grandes males de la política y la economía, se volvieron voceros de quienes condenaban a Menem y proponían la opción entre el Bien y el Mal.
Pero sin ofrecer jamás una explicación que justifique tanto cambio de parecer.  Y siempre a cambio de algún beneficio de la gestión de Estado de la cual fueron voceros. 
Maradona es el ejemplo máximo. Pudo ponerse una camiseta agradeciendo la existencia de Domingo Cavallo o tatuarse al Che Guevara en cada coyuntura. Del Boca opera de modo similar. Son verdaderos escaparates de consignas oficialistas.

Ver a Del Boca nuevamente formando parte de la elección del área audiovisual de una gestión de Estado para promocionar algo, ya no me genera nada bueno, más bien rehúyo de cualquier cosa que apoye desde un acto oficial, de cualquier cosa que ahora se proponga  venderme.  Porque sé que no es otra cosa que la defensa de un kiosko personal.  Quisiera que los oficialismos no la necesiten más. Que se referencien con algo nuevo.

Mi malestar con esa foto no implica ser opositor. Significa que hay cosas que me gustan y otras que no me gustan. 
En la compleja maquinaria que constituye una gestión de gobierno sería muy difícil estar de acuerdo con todo lo que un presidente propone, con todo lo que cada área o funcionario propone. 
Mi acuerdo con esta gestión es a favor en la mayoría de las casos. 
Le agradezco periodicamente a Mauricio Macri mediante tuits que haya formado un partido, que haya gobernado la ciudad donde vivo, que hayamos podido votarlo para salir de la dialéctica civicamente subnormal del Bien y el Mal.

En este caso, desacuerdo con una tara argentina con la que ya había desacordado desde mucho antes y que intenté explicarla en un documental. 
Sostengo que El Olimpo vacío, sigue vigente. La patológica repetición de Andrea Del Boca en actos oficiales de todos los signos es eso. Quizá sea a pesar de la voluntad de los funcionarios. Pero es una tara que parece lejos de poder ser superada por ahora.

El desacuerdo es el punto de partida para el ejercicio del diálogo. Aunque nunca se llegue a un acuerdo. Es un juego. En Argentina se entiende como el punto de cierre, de corte, de ruptura, de enojo, de descalificación y de bloqueo.